Digital Rights Management dispara el coste de acceso a la cultura

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Imagen DRM Elimination Crew  por  benj mako hill   (CC BY-SA)

Para que luego nos digan que éste es un país de tontos, pero es que el acceso a la cultura no está al alcance de todos porque en muchas ocasiones es cara, y una tecnología como Digital Rights Management dispara el coste de acceso a la cultura a aquellos que gustamos de leer libros.

¿Qué es Digital Rights Management (DRM)?

La gestión de derechos digitales (DRM, del inglés digital rights management), también llamado programas anticopia, es un término que se refiere a las tecnologías de control de acceso usadas por editoriales y titulares de derechos de autor para limitar el uso de medios o dispositivos digitales a personas o equipo no autorizadas.
Wikipedia

En esencia se trata de un «candado» que se pone en un archivo digital y que mantiene ese archivo «atado» a la cuenta de la persona que lo ha adquirido legalmente. En el caso que nos ocupa, en los libros electrónicos o eBooks, impide que ese libro sea leído por un dispositivo o por un software que no tenga la «llave» correcta para abrirlo.

Para saber más sobre Digital Rights Management, aquí tienes un artículo interesante.

Del papel al eBook

No hace tanto, cuando en casa se adquiría un libro en formato papel, quien se lo había comprado lo leía y, al acabarlo, lo dejaba en la habitación donde tenemos la biblioteca y se lo recomendaba (o no) al otro. Así, cuando ese otro acababa el libro que tenía entre manos y tenía ganas de leer un nuevo título, echaba un vistazo a lo que había en la biblioteca y, si lo consideraba de su interés, lo cogía y lo leía también. Resultado: en casa se compraba un libro y lo leíamos todos (se compra una vez y se lee N veces). Incluso mi hijo de 8 años ahora ya va a la biblioteca a echar mano de libros que llevan conmigo muchos años, como El Principito.

Hace unos años abandonamos el uso de libros de lectura en formato papel en favor del formato digital, libros adquiridos en distintas tiendas como Amazon, Google Play o iTunes, entre otros. Con el paso al formato digital uno tiene la comodidad de adquirir títulos inmediatamente y desde el sofá de su casa, y la libertad de escoger qué lector usar: un Kindle de Amazon en el caso de mi mujer o un iPad de 8 pulgadas en el mío.

En el caso de que no uses un lector dedicado, como es el Kindle, tienes multitud de apps donde escoger para istalar en el tablet; en mi caso uso Play Books de Google o iBooks de Apple.

¿En qué me afecta el DRM?

Amazon implementa DRM en los libros adquiridos a través del Kindle; ello implica que sólo el Kindle asociado a la cuenta del adquiriente del libro posee la «llave» para poder leerlos, y sin llave no hay lectura posible. Así pues, si quiero leer uno de los libros comprados en Amazon, sólo puedo hacerlo de 2 formas:

  1. Quitándole el Kindle a mi mujer (alternativa obvia, pero que puede provocar problemas conyugales 😉 )
  2. Instalando la app Kindle en mi iPad e introduciendo las credenciales de acceso a Amazon de mi mujer, opción recomendada por el servicio de atención de Amazon. Ni qué decir tiene que, siendo informático, éso de ir intercambiando credenciales, aunque sea con mi pareja, me parece un desatino, y que me lo indiquen explícitamente desde un servicio de atención al cliente, una vergüenza.

Declarados «piratas» por defecto

Primero fue el canon digital, y ahora DRM. En definitiva, se da por sentado que todos nos dedicamos a la piratería.

Con esta medida de restricción de acceso y copia se nos declara culpables antes de que se pruebe lo contrario, como en el caso del canon digital; se nos priva de derechos de forma preventiva. Además, el uso de mecanismos para eludir DRM se convierte en un delito aun cuando se realice para acceder a contenidos adquiridos legalmente y sin violar derechos de autor.

Si bien comprendo que de algún modo quienes venden eBooks deben protegerse de la posibilidad de que los libros que se adquieren no acaben formando parte de alguna web de descargas ilegal, esta protección obliga a que los libros sean de uso exclusivo del adquiriente, es decir, personales e intransferibles.

Esta forma de proceder compele, en el seno de mi familia, a que bien yo, bien mi mujer, nos veamos en la obligación de adquirir todos aquellos títulos que, por sus características, pueden ser también del interés del otro, forzándonos a duplicar el coste de adquisición.

No quiero ni imaginar qué ocurriría si el producto que se adquiriese, como se hacía antaño en casi todos los hogares, fuese una enciclopedia que tuviese que ser consultada por todos los integrantes de la familia… un absurdo y un despropósito.

No todo está perdido

Sería de agradecer que tiendas como Amazon incorporasen algún tipo de tecnología para que los títulos adquiridos pudiesen ser, también, leídos por cualquiera de los cónyuges o hijos, y es que procediendo de la forma en que lo hacen, tener acceso a  la cultura resulta ser un artículo de lujo.

De hecho, este tipo de facilidades ya las dispone, por ejemplo, Apple, bajo el nombre de «En familia», con el que se puede compartir música, películas, libros, juegos y aplicaciones así como todo tipo de contenidos.

Otros, como Google, no imponen este tipo de restricciones, y puedes descargarlos para luego llevarlos al Kindle (eso sí, convirtiendo previamente de formato ePub a Mobi).

Corolario

Lógicamente, a partir de hoy, y gracias al uso de Amazon de Digital Rights Management, no solamente dejaremos de comprar libros a allí, sino que dejaremos de aconsejar, también, el uso de su lector y, evidentemente, pasaremos a comprar los libros en cualquier otra tienda on-line que no haga de la cultura un artículo de lujo solo al alcance de unos pocos.

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