En un mundo en el que «estar conectado» es ya casi una necesidad vital, en el que el disfrute de contenidos multimedia está al orden del día y se produce dónde y cuándo uno quiere, en el que el acceso inmediato a la información es una exigencia, no podemos obviar el hecho de que adaptar el hogar y «crear un hogar conectado» a estas circunstancias es casi un imperativo.
Ha pasado toda una era geológica en la concepción de conectividad en «tiempo tecnológico», aunque tan solo un par de décadas en «tiempo humano», y hoy día incluso sorprende que alguien tenga ADSL en lugar de fibra. Es algo cotidiano acceder a redes sociales, ver canales de TV en «streaming», chatear, leer ‘feeds RSS’, descargar torrents, intercambiar fotos y, por supuesto, acceder a la www,… y no precisamente desde un PC, sino desde la TV, teléfonos, etc.
En mis tiempos de universitario todo esto no existía. En casa prácticamente nadie tenía acceso a Internet tal y como hoy la conocemos; es más, Internet simplemente no existía y usábamos FidoNet, red que conectaba las BBS -Bulletin Board System- a las que accedíamos a 1200 bits por segundo. Quienes tuvimos el privilegio de tener Internet en casa navegábamos con un Mosaic a la vertiginosa velocidad máxima (si tu módem la soportaba, claro) de 28800 bits por segundo. Esto significa que una foto de tan solo 1MB tardaba casi 5 minutos en poder ser descargada. En aquellos tiempos, conectar varios PC’s en casa suponía tirar por encima del rodapié cable coaxial para establecer una topología de bus, y lo más parecido a comunicación inalámbrica en casa eran los gritos de tu madre al dejarle la ropa tirada por el suelo.
Según el Ministerio de Industria, Energía y Turismo, en 2014 el 74% de los hogares españoles contaba con conexión a Internet (http://www.ontsi.red.es/ontsi/es/indicador/hogares-con-acceso-internet-en-casa), probablemente con el ‘router’ del operador con el se que contrató el servicio y con un acceso inalámbrico (vía Wi-Fi); por tanto, el ‘router’ se convierte en el elemento primario y central de nuestro hogar conectado.
Pero el acceso a contenidos a través del ‘router’ no es, en ocasiones, lo suficientemente fluido para ciertos contenidos o, simplemente, el tiempo de carga de de páginas web es tan exasperante que requiere tomarse un Tranquimacín (podéis leer este artículo sobre los efectos de las demoras de carga en nuestra salud). Así pues, uno de los parámetros más importantes en nuestro hogar conectado es la velocidad de transmisión.
¿Qué puedo hacer para mejorar la velocidad de transmisión? Fácil: conectarlo todo con cable al ‘router’ a 1Gbps… Pero claro, ni tenemos la casa equipada con cableado estructurado por todas las dependencias, ni nuestra la electrónica de red soporta 1Gbps, ni el iPhone viene con una entrada RJ45, ¿verdad?
Las soluciones a esta pregunta pueden venir de la mano del uso exclusivo o de una combinación de distintas tecnologías como puedan ser ‘routers’ inalámbricos con estándares de transmisión más veloces, PLC’s, repetidores de señal, puntos de acceso, antenas de mayor ganancia, etc, aunque la solución más sencilla, rápida y barata es, simplemente, dar con una adecuada ubicación y/o configuración del router.
En próximos artículos analizaremos algunas de estas posibles soluciones. Para ello nos basaremos en un supuesto práctico en el que trataremos de habilitar una red doméstica que permita el acceso a Internet y a contenidos en la propia red doméstica en una vivienda de 2 plantas (ponemos techos de por medio) vía distintos dispositivos. Usaremos para el supuesto 3 aplicaciones muy útiles y gratuitas: unas para medir la velocidad de transferencia (iPerf para la red interna y SpeedTest para el acceso a Internet) y otra para medir la intensidad de señal (WiFi Analyzer).
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